Feminismos

Empresa pública de conciliación y cuidados

Una propuesta para garantizar el derecho a la conciliación y los cuidados dignificando a las trabajadoras

GETAFE / 24 MAYO 2023 /.- El pasado 1 de mayo, día del Trabajador, se pudieron leer algunas de las consignas más reivindicativas, yo me quedo con una: “Lucharemos para que puedas ver más a tus hijos que a tu jefe.” Apelando a la necesidad de reducir el tiempo laboral en favor de la corresponsabilidad

La corresponsabilidad es el reparto equilibrado del tiempo de trabajo, de las tareas domésticas y de las responsabilidades familiares, atendiendo tanto a las tareas de organización, como al cuidado, la educación y el afecto de personas dentro del hogar, con el fin de distribuir de manera justa los tiempos de vida. Corresponsabilidad es, por tanto, tener tiempo para tí, para tu familia. 

Hasta ahora y en la actualidad, la carga de los cuidados de las personas dependientes, especialmente de la infancia y la ancianidad recae, en la mayoría de los casos, sobre las mujeres, quienes tienen que hacer la enorme labor de compatibilizar su vida personal, familiar y laboral, lo que se traduce, en la mayoría de los casos, en la reducción de la vida personal en favor de la vida familiar y laboral. Con vida familiar nos referimos al peso de las tareas correspondiente al cuidado y atención de las personas dependientes y a las tareas domésticas, mientras que la vida personal abarca el espacio del ocio, deporte, participación y relaciones sociales, autocuidado y disfrute de la persona. 

Una de las medidas que se ha planteado para equilibrar el reparto de los tiempos, una medida apoyada desde los sectores sociopolíticos más liberales, es el teletrabajo. Entiende, desde estas posturas, que con el teletrabajo equiparas el tiempo laboral con el tiempo familiar, lo cual es una premisa incumplible, pues lo que te lleva es al solapamiento de las actividades laborales con las familiares. Imaginad por un momento la siguiente situación: Mujer, madre de un bebe de 9 meses – que empieza a tener mayor libertad de movimiento, pero sigue siendo dependiente en la tarea de vigilancia (estar pendiente de que no se caiga, no se meta elementos no aptos a la boca, etc) – teletrabaja como administrativa para una empresa. Su horario laboral empieza a las 9:00 de la mañana y termina a las 16:00h. Durante su jornada laboral tiene que estar haciendo trámites en el ordenador a la vez que no puede desatender el teléfono. Mientras está trabajando no puede estar desarrollando tareas domésticas, mucho menos atendiendo al bebé. Por lo tanto, la opción del teletrabajo es inadmisible como meta para alcanzar la corresponsabilidad.  

Con la situación actual, las familias recurren a externalizar los cuidados, buscando a mujeres precarias y, en su mayoría, inmigrantes. Por lo tanto, suelen ser mujeres en situación de vulnerabilidad quienes suplen esos cuidados. Los trabajos conocidos como “niñeras” o el servicio de limpieza doméstico. Trabajos que, aunque van mejorando su ritmo de avance, están lejos de alcanzar las características para considerarlos como un trabajo de calidad o decente. Es un tipo de trabajo anclado al margen más precario del mercado: las trabajadoras son las encargadas de negociar sus propias condiciones. 

El Servicio de Atención a Domicilio es un servicio que surgió para paliar la falta de tiempo de las personas cuidadoras. Sin embargo, aunque su premisa y su carátula pueden parecer lo apropiado para mejorar la conciliación, si nos paramos a analizar la calidad de las condiciones laborales de este servicio nos damos cuenta de que vuelve a cumplir los estándares de la precariedad. 

Para visualizar mejor la precariedad de las trabajadoras, contamos la historia de Concha Real, auxiliar de atención domiciliaria. Concha trabaja con personas usuarias de los servicios sociales del Ayuntamiento de Getafe. La primera condición laboral precaria es salarial: mientras que el ayuntamiento paga a la empresa 17’42 euros por hora de trabajo, ella recibe por hora unos 7 euros. El salario base, según el convenio de la Comunidad de Madrid es de 920 euros la jornada completa, pues aún no han hecho la actualización para llegar al salario mínimo interprofesional, situado actualmente en 1080 euros. 

Otra de las denuncias más graves, en cuanto a las condiciones laborales, es la jornada parcial, de entre 25 y 30 horas, que realizan la mayoría de las auxiliares en nuestro municipio, lo que les supone ganar un salario de entre 600-700 euros, obligándoles a buscar otro trabajo para poder llegar a fin de mes. Por otro lado, las únicas cuatro trabajadoras en Getafe que gozan de jornada completa (7 horas y 12 minutos diarios) sufren una excesiva jornada laboral. Aunque dentro del cómputo de la jornada está en lo legalmente establecido por el Estatuto de trabajadores, son jornadas que abarcan todo el día: empiezan a las 8 de la mañana y terminan a las 21 de la noche, teniendo que cubrir habitualmente la última hora de la jornada, de 20 a 21 (situación que desemboca, de nuevo, en una falta de conciliación de muchas de las auxiliares). Por un salario de 920 euros que, para la mayoría de las mujeres que trabajan en el SAD (mujeres inmigrantes, mujeres al frente de familias monoparentales, mujeres en situación económica vulnerable, etc) no llegan apenas a cubrir el coste de una vivienda con suministros.

Es decir, las cuidadoras en las que nos descargamos para tener conciliación, son precarias, sin recursos económicos para satisfacer su necesidad de conciliación. La precariedad no solo las expulsa de una sociedad en términos económicos, sino que también les deja en el margen social por no disponer del tiempo necesario para su vida personal. 

Para que las mujeres dejemos de hacer malabares entre nuestro tiempo familiar, laboral y personal, y que a la vez no explotemos a las mujeres en situación de vulnerabilidad, necesitamos un Estado cuidador, unas instituciones corresponsables de los cuidados. 

Getafe podría ser un municipio corresponsable a través de una empresa municipal de conciliación y cuidados, al igual que tenemos las empresas públicas de limpieza (LYMA) o de impulso de comercio (GISA). 

Una empresa a través de la cual se blinden y protejan los derechos laborales de las trabajadoras del servicio, mejorando las condiciones laborales de muchas mujeres que se dedican profesionalmente a los cuidados a la vez que se ofrece un servicio de cuidado de calidad a las personas dependientes, personas mayores y menores, facilitando así la conciliación laboral y familiar de las familias y, especialmente, de las mujeres.

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