El hazmerreír del control económico: de La Liga a los Ayuntamientos
“Decimos que somos la mejor liga del mundo y luego no podemos inscribir a nuestros jugadores; somos el hazmerreír de Europa”.
GETAFE/20 AGOSTO 2025.- La frase de Ángel Torres, presidente del Getafe CF SAD, resume la frustración de muchos dirigentes del fútbol español. A pesar de vender jugadores, de tener dinero en caja o de haber hecho operaciones millonarias, los clubes siguen atados de pies y manos por la regla de gasto que impone LaLiga. El dinero entra, pero no cuenta. Lo único que libera espacio para fichar es la ficha que se ahorra con la salida de un jugador. Resultado: clubes con tesorería suficiente que no pueden inscribir futbolistas.
Lo que denuncia Torres no es solo un problema de fútbol; es un espejo de lo que ocurre en el sector público, especialmente en los Ayuntamientos españoles.
Dinero inmovilizado
Según el Banco de España, las entidades locales acumulan en depósitos miles de millones de euros fruto de los superávits de los últimos años. Ese dinero duerme en los bancos, intocable, porque la Ley de Estabilidad Presupuestaria (LOEPSF) limita el gasto computable al crecimiento del PIB potencial. Es decir, aunque un Ayuntamiento tenga la caja llena, no puede aumentar su gasto más allá de lo que marca Hacienda.
El paralelismo con el fútbol es evidente: en ambos casos hay liquidez sobrante que no se puede usar porque lo que manda es el corsé de la regla. En LaLiga, el ingreso extraordinario por un traspaso no amplía el límite de plantilla; en los Ayuntamientos, el superávit no permite gastar más en servicios públicos.
Ineficiencias absurdas
La paradoja se agrava en lo local: un Ayuntamiento puede externalizar un servicio a una empresa privada durante un tiempo limitado, porque se considera gasto temporal, pero no puede contratar directamente a un trabajador fijo para el mismo servicio, aunque fuese más barato a largo plazo. El motivo: se trataría de un gasto estructural y, por tanto, prohibido.
El objetivo declarado de la regla de gasto —garantizar la sostenibilidad financiera— se ve así pervertido. Ni en el fútbol ni en la política municipal se controla mejor el gasto: lo que se consigue es rigidez, ineficiencia y la imagen de que, pese a tener recursos, se impide usarlos con sentido común.
El espejismo de la sostenibilidad
Tanto LaLiga como la LOEPSF nacieron con un propósito razonable: evitar la quiebra de clubes y Administraciones. Pero la obsesión normativa ha derivado en un espejismo de sostenibilidad que no siempre cuadra con la realidad. En el caso del fútbol, se traduce en plantillas incompletas y en la fuga de talento a ligas menos restrictivas. En el caso de los Ayuntamientos, en infraestructuras paralizadas, servicios externalizados más caros y dinero público inmovilizado en cuentas bancarias.
Al final, lo que denuncian Ángel Torres y tantos alcaldes es lo mismo: un corsé fiscal que impide competir y gestionar con inteligencia. Y que, en lugar de fortalecer al sistema, lo convierte —como dice el presidente del Getafe— en un “hazmerreír” para quienes miran desde fuera.

