Opinión

Sánchez consuma el mayor gasto militar de la historia mientras camufla su compromiso con la OTAN

El presidente presenta como victoria un acuerdo que en realidad ata a España a futuros aumentos en gasto bélico, mientras recorta programas sociales y oculta los verdaderos efectos económicos del pacto militar

GETAFE/23 JUNIO 2025.- El pasado 22 de abril, Pedro Sánchez anunciaba solemnemente que España adelantará a 2025 el compromiso de elevar el gasto militar al 2% del PIB, cuatro años antes de lo previsto. Lo que parecía una decisión firme e inesperada por parte del Ejecutivo socialista ha resultado ser solo el inicio de una maniobra política mucho más profunda, en la que la subordinación a los intereses de la OTAN y la opacidad institucional se conjugan con una estrategia de comunicación diseñada para evitar el debate social y ocultar las consecuencias reales.

El anuncio suponía, de un solo golpe, el mayor incremento de gasto militar en la historia de nuestro país. La cifra supera los 10.000 millones de euros, equivalentes al total de la inversión pública en dependencia o al triple del gasto en vivienda de los actuales Presupuestos Generales del Estado. Pese a ello, desde el Gobierno se apresuraron a asegurar que el aumento no implicaría recortes sociales. Hoy, con los datos en la mano, esa promesa también se ha demostrado falsa.

En apenas unas semanas, fondos originalmente destinados a comunidades autónomas, a políticas de transición ecológica y al plan Corresponsables —clave para la conciliación familiar— han sufrido importantes recortes. El caso más sangrante: un 25% menos para el citado plan, mientras Defensa y Seguridad absorben recursos sin precedentes.

Las contradicciones se acumulan. Un mes antes del anuncio oficial, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ya había anticipado que España adelantaría el compromiso. Moncloa lo desmintió… hasta que el propio Sánchez confirmó lo que Rutte ya sabía. ¿Error de comunicación o estrategia deliberada? Cada vez resulta más evidente lo segundo.

Y la escalada no se detiene. En la cumbre de la OTAN que se celebra esta semana en La Haya, se debate abiertamente elevar el gasto militar al 5% del PIB. Una cifra demoledora: supondría destinar uno de cada cuatro euros de los presupuestos públicos (sin contar pensiones) a la industria de la guerra. Sería la puntilla definitiva para cualquier modelo de Estado social.

Ante esa amenaza, la ciudadanía esperaba una posición clara del Ejecutivo. El viernes, Sánchez enviaba una carta a Rutte negándose al 5%, reconociendo que un salto así provocaría recortes sociales. ¿Pero no los iba a haber ya con el 2%? ¿Por qué ahora sí se admite ese efecto?

Todo esto ocurrió, además, en una semana marcada por la entrada de la UCO en la sede del PSOE en Ferraz, dentro de una investigación de corrupción que salpica a la cúpula del partido. Una coincidencia que huele a cortina de humo: mientras se clonaban correos electrónicos clave, el presidente buscaba desviar la atención con titulares grandilocuentes sobre “haber evitado” el 5% de gasto militar. Una afirmación engañosa, como demuestran tanto sus propias palabras como las de Rutte.

Porque, en realidad, el Gobierno ha firmado con la OTAN un compromiso para aumentar las “capacidades militares” según las necesidades que la Alianza determine. ¿Qué significa esto? Que el gasto dependerá de lo que ordene la OTAN. Podría ser menos del 5%, pero también podría ser más. Lo único claro es que España obedecerá, cueste lo que cueste.

La opacidad es alarmante. El Gobierno afirma que el gasto actual ya supone el 2,1% del PIB, aunque sin aportar cifras claras ni desglose contable. A esto se suma una triquiñuela lingüística en el acuerdo: se cambia “todos los aliados” por “los aliados”, pretendiendo hacer creer que España podría quedar fuera del compromiso general. Pero según fuentes diplomáticas citadas por la agencia Reuters, esta alteración no modifica nada sustancial.

En resumen, el Ejecutivo se compromete con la OTAN sin informar con transparencia, sin pasar por el Congreso y sin permitir un debate público profundo. Lo hace mientras mutila políticas sociales y bajo la cobertura de unos medios afines más preocupados por salvar la imagen del presidente que por contrastar la información.

En un contexto internacional en el que Estados Unidos ha iniciado una nueva guerra ilegal contra Irán —en apoyo a Israel, mientras este comete atrocidades en Palestina—, la subordinación de España a la estrategia militar de la OTAN adquiere tintes todavía más preocupantes. Se entrega el dinero de hospitales, escuelas y cuidados al negocio de la guerra, mientras se juega con las palabras para anestesiar a la opinión pública.

Hoy, muchos se preguntan si esta deriva belicista, opaca y antisocial no sería exactamente la misma que adoptaría un gobierno de extrema derecha. Con una diferencia: ellos, al menos, lo dirían sin rodeos.

José Luis Sánchez

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